viernes, 26 de julio de 2013

MI CORTINA DE NUDOS

Rondaba el año 1989, cuando por casualidad y en un bar de las Lagunas de Ruidera, vi dos cosas que me llamaron la atención. Una chimenea de rincón y una cortina de nudos.
La chimenea aún sigue pendiente, lo de la cortina de nudos tiene más historia.
Me llamó tanto la atención que al decirlo, alguien cercano me comentó que si las vendían pero que la podía hacer yo y que era fácil, y ahí se quedo la cosa. No olvidada, pero con un run-run de ida y vuelta.
Hasta que la casualidad quiso que años más tarde,  mi madre se pusiera a aprender macramé, y yo la ví. Mi madre me vió las ganas y me propuso de explicarme los distintos nudos, como así hizo, pero pretendía la buena señora que hiciera un macetero para soltarme en el aprendizaje, y luego meterme en fregaos.
Compré los ovillos y como es lógico, no le hice ni caso, que a uno le pone eso de empezar casas por los tejados, y me puse manos a la obra con mi cortina.
Colgué en mi galería una bareta sobre la que trabajar. Diseñé lo que sería el dibujo de la cortina y me puse manos a la obra a hacer nudos.
Como lo que necesitaba era precisamente lo que no tenía, tiempo, fui haciendo los nudos en eso que yo llamo mis tiempos muertos (esos minutos previos a la comida, a la cena, esos minutillos que te sobran antes que tener que salir etc).
Y así en esos tiempos muertos fui realizando mi cortina, que como decía mi madre fue “el parto la burra”, que pasó del año, y no llegó al segundo por el acelerón de última hora.
Eso si, como sobró cuerda, la empleé en una lámpara, y con lo sobrante, ahora sí, el macetero aquel por el que decía mi madre que empezara.
Luego habría de llegar una segunda cortina y ahí se quedó aparcada la labor, que como es lógico algún día habré de retomar.
Mientras tanto, en mi galería y año tras año, verano tras verano lucen las dos cortinas de nudos de los tiempos muertos.

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