jueves, 3 de enero de 2013

RECETA DE PAVO PASEADO


Pasada la Nochevieja y con ella la última cena, el último empacho, y con la mirada puesta en las venideras ensaladas de lechuga y en la vuelta a la racionalidad, siempre me ha gustado pararme un rato a pensar si esta Nochevieja pasada ha supuesto una mejora respecto a las anteriores.
Y siempre podemos llegar a la misma conclusión: muchas Nochebuenas y muchas Noches Viejas, pero son apenas un puñado las gloriosas, las que perduran, las difíciles de batir y de olvidar.
Y una de esas es la que quiero recordar y compartir, aquella nochevieja en que se me pasó por la cabeza colaborar en la cena con un pavo relleno.  
La ocasión venía que ni pintada para inaugurar el horno de la nueva cocina de la suegra que le habían instalado apenas unos días antes.
Para ello planificamos la preparación, y a la hora prevista bajé a ver a la suegra tal y como habíamos quedado, y su cara era todo un poema.

PRIMER CONTRATIEMPO:
Había mandado la buena mujer a comprar al suegro, y ante la pregunta del carnicero “le troceo el pavo” este respondió que sí. Y en cuatro partes quedó troceado.
Mal comienzo para un pavo relleno, pero como siempre hay un plan B, pedí a mi  suegra hilo de atar los chorizos y una aguja de esa grandes.
Pasado un buen rato acabó mi reconstrucción del pavo, al que no hubiera reconocido ni el carnicero que lo partió.

SEGUNDO CONTRATIEMPO:
Con el pavo listo y en el horno, comprobamos con estupor que este apenas calienta, pero aún así como quedaba mucho tiempo para la cena lo dejamos en el horno mientras preparamos los aperitivos.
Y pasa el tiempo inexorable, pero el pavo ni se inmuta.

Así que tomamos la decisión de llevar el pavo a casa de la cuñada y dejarlo para que se hiciera por que la hora se nos venía encima.
Y ahí comienzan los dilemas ¿Dejamos el pavo sólo en un horno a medio kilómetro de nosotros mientras tomamos los aperitivos? Los cuñados dicen que no.
Y menuda cena de familia, con la parejita contemplando el horno y el contenido mientras el resto de la familia se está poniendo tibio de delicateses.
Mientras tanto no paramos de cruzar llamadas preguntando por el animal y su estado.
- Parece que ya va estando…
- Pues veniros y traerlo que se termine de hacer aquí.
Volvemos a colocar el ave en el horno de la suegra y pasamos de tomar el aperitivo a cenárnoslo, ante la sospecha  más que palpable de que la cosa pinta muy malamente.
Es cuando se arranca la otra cuñada y decide llevarse el pavo nuevamente otro ratillo a su horno para darle el toque de gracia.
Y vuelta a empezar con las llamadas
- ¿Cómo va?
- Pues ya casi
- Pues veniros
Total, que a lo tonto, con el pavo paseado de horno en horno, y ya iban tres, ya nos habíamos cenado todos los aperitivos  y procedimos a tomarnos las uvas porque en los pocos minutos que restaban para el año nuevo no nos daba tiempo a deleitarnos con el pavo relleno.
Y después de las uvas nos pusimos morados de turrones y mazapanes.
¿Y el pavo? Pues se quedó en su bandeja, con la idea de   recalentar para la comida del día de año nuevo, a lo que yo no podría asistir porque había quedado co mi familia de antemano.
A la tarde del día 1 y sin quitarnos de la cabeza las aventuras y desventuras del pavo paseado, bajamos a interesarnos por su estado y sabor, y albergando el que escribe la esperanza  que me hubiesen dejado un plato para probarlo.
Pues bien, según nos dijeron, el pavo exquisito, y de lo único que sobró, huesos y pellejos dio cuenta Mora (la perra). Parece ser que con la obsesión por probarlo se les olvidó dejar una muestra para el autor de la receta.
Y aunque fue grande la decepción, hasta la fecha, y ya han pasado años, no se nos ha vuelto a ocurrir preparar otro pavo. En años venideros volvimos a las socorridas chuletas o los pescados.
Si que lamento que no quedara constancia gráfica, tan aficionado como soy yo a la imagen, porque seria digno de ver las caras de circunstancias que yo bien recuerdo.

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