domingo, 17 de julio de 2011

AJETREADA TARDE DE TEATRO

Hacía más de un mes que contaba con las entradas para asistir el viernes 15 a la representación de la obra “Un bobo hace cientos” en el Hospital de San Juan de Almagro.

Y como todos los años lo hacíamos dentro de la actividad de la UP de Montiel. Y yo que soy de mucho programar y preparar con antelación, había cuidado los detalles y me mentalicé que el sábado nos tocaba teatro. Había tiempo durante todo el sábado de acondicionarse hasta las 20.30 que partíamos para Almagro. Durante todos los días de la semana lo habíamos hablado en casa. “el sábado teatro”.

Viernes 15, 20.15 de la tarde y a mí vuelta del trabajo desde Villanueva, mientras conduzco me vengo organizando el resto de la tarde y de la mañana del sábado, pues está claro que la tarde es para el teatro. ¡Que bien, mañana 16 al teatro! ¿Mañana 16? Si las entradas eran para el 15.

Llamo a casa con el sofocón para que Pili compruebe las entradas y se acicale. En 5 minutos llego a Montiel. Llego a Casa, Pili frente al espejo con los últimos retoques. Subo al dormitorio como una exhalación (que dice mi madre) y abriendo la puerta ya casi no me queda ropa. Lavado rápido y me cambio. Cuando me quedan los zapatos y camiseta suena el móvil puntual, lo esperaba, todo marcha sobre ruedas. Los planes, rápidos, últimos y forzados planes se cumplen al milímetro. Hablo con Gregorio le digo que salimos ya más raudos que la llama veloz, que he estado trabajando y vengo con la hora pegada. ¡Que bien quedo! Me pregunta por Andrés que tampoco ha llegado, le doy su teléfono, a mi no me da el tiempo para llamar.

Voces desde el piso de abajo, Pili metiéndome prisa (ironías del destino), el coche rugiendo y mi hijo al volante. La puerta del coche abierta, me acomodo. Arrancamos rumbo a la parada de autobús. ¿Llevas las entradas? ¿Y la cámara?

Llegamos, saludamos. Andrés no viene porque se les ha olvidado ¿Pero cómo pueden pasar esas cosas? Paqui nos confiesa por lo bajini que a ella casi se le olvida también.

Y partimos rumbo a la ciudad del Teatro, y llegamos con apenas una hora de antelación al comienzo de la obra, justo para pasear y comer algo. Nos bajamos del autobús y con marcha forzada, como no hasta nuestro rincón del monaguillo. Nos colocamos en un tendido interior, la terraza está a rebosar, y “nos agradecen cuando el tiempo no lo impida nuestra presencia”.

Como todos los años tengo que pedir al camarero que me traduzca las exquisiteces de la carta del idioma taurino al de este mortal: ¿Verónicas? – Anchoas ¿Naturales? –Palometa ahumada ¿Giraldillas? – Salmón ahumado. ¡Si señor me acuerdo de lo del años pasado! Algo me falta, me siento, miro la carta, vuelvo a la barra ¿Y los adornos? – Tortilla de camarón, ¡Ese es el que me faltaba! Hago el pedido, y lo regamos con un par de tintos. Y por megafonía ya avisaran que nuestro pedido está en la barra.

Como siempre, para el año próximo me propongo probar los estatutarios, aullados, N. Zayna, Maquinillos, Trincherazos, Serpentinas, Reboleras, monteras y Castoñeros. Ya me imagino por donde van los Atributos y los Lleno de Jesulín.

Me avisan de la barra, ya está listo ese plato de delicias en miniatura con sabor celestial que nos preparan para la segunda parte del éxtasis.


Con puntualidad inglesa comienza la representación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. “Un bobo hace ciento”. Teatro y carnaval, burla, sátira comedia y enredos amorosos. Con un verso fluido y ameno que parece disfrazado de prosa. Buen vestuario y excelentes decorados, sin olvidar a los músicos y su perfecta sincronización con los actores. Pues excelente


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