jueves, 26 de diciembre de 2013

CENAS, RECENAS Y HARTAZGOS

Inexorablemente a medida que se acerca la Navidad en general, y la noche Buena y Vieja  en particular, caminamos resignados a una voraz deglución hasta el hartazgo donde se encadenan aperitivos, meriendas y cenas, anulando incluso los descansos propios entre unos y otros actos.
El ceremonial se repite uno y otro año, y pasada la prueba del día 25, con solo ver una bandeja de polvorones, nuestro estómago se resiente y se revela, y nuestra boca jura y perjura que "Nunca mais".
Hasta la semana próxima que llega el fin de año, y en menor medida lo rematamos con la noche de reyes, para volver el día 7 de enero a la tan ansiada rutina.
Pues bien, como sarna con gusto no pica, este año he cambiado el tercio, y he hecho un trueque de esa aportación mía de todos los años por una visita y toma de la cocina de mi madre, con la que pasé toda la mañana del 24 entre fogones preparando aperitivos mientras ella hacia lo propio con  su pollo relleno para la cena.
Bombones de salmón, de jamón, sepia, tartaletas, volovanes, ensaimadas de hojaldre rellenas de marisco y de carne, licores etc.
Todo quedó preparado, ahora tocaba la ducha y la vestimenta para la ocasión, y pasadas las 8 de la noche sonó el pistoletazo de salida con la música de fondo del "Devórame otra vez".
Y cuando llegamos al pollo no hay hambre, y quedan los muses, las tartas, los turrones y sudores frios solo de pensarlo. Y como todos los años, el 25 nos comemos las sobras y congelamos las resobras, eso si dejando los líquidos sobrantes cerca, muy cerca, que el 31 está a la vuelta de la esquina.


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