Corría la primavera de 1978, cuando en
autobús volvíamos de nuestra excursión de final de bachiller.
Habían sido unos días inolvidables en Galicia, y ya en el largo
camino veníamos planeando la excursión del siguiente año, el de
COU.
La propuesta de nuestra profesor de
griego fue aceptada con algo más que entusiasmo. Y es así que antes
de llegar a Madrid, ya teníamos diseñado nuestro próximo tour.
Con ahínco y tesón, y haciendo de
todo. Teatro, venta de bayetas, rifas e incluso campaña electoral
conseguimos financiar el 100% de nuestro viaje.
Para el dinero de bolsillo, conté con
la bendición de mi padre que le pareció bien la idea de abrir una
libreta y fuera ingresando el dinero que conseguía okeando en las cacerías
de los fines de semana.
Con ilusión y esperando el momento, y
nada más cumplidos los 18 hice una escapada hasta Ciudad Real para
hacerme mi primer pasaporte y esperar a que llegase abril para partir
rumbo a Grecia en aquel vuelo Madrid-Barcelona-Atenas-El
Cairo-Teherán.
Fueron diez días inolvidables,
recorriendo el país. Atenas, Corinto, Tirinto, Eleupsis, Epidauro,
Sunion, Egina, Olimpia, Micenas y algún que otro sitio más, inmerso
en una cultura, en la cuna de la cultura occidental, viviendo libros e historia de día y de noche.
El anecdotario sería amplio, y los
recuerdos que aun hoy perviven innumerables. Aunque yo siempre me
quedo con el final de aquella visita a Cabo Sunion donde junto a dos
compañeros bajé del autobús de línea para buscar a los que
faltaban, mientras estos montaban por la puerta delantera y el
autobús nos dejó solos frente a aquella costa, en aquel mundo sin
móviles ni Internet y del que pudimos salir en el siguiente autobús
que nos llevó a algún punto de Atenas, y del que preguntando
pudimos llegar a la plaza de Omonia y de ahí a nuestro hotel.
Sin desperdicio aquella parada en seco frenazo de otro autobús, después de que alguien del grupo gritara "Constantino Basileos", la que se pudo haber liado, pero todo acabó con una señóra expulsada del bus en mitad del campo, parece ser que era la única monárquica que había allí dentro y la única que vitoreo el viva Constantino rey. Lo demás gritos y caras de pocos amigos.
Y hoy precisamente, tantos años
después la emoción vuelvo a revivirla de una manera especial,
viviéndola a través de mi hijo.
Hoy, él acaba de vivir su primer
amanecer griego. Oropos, en el Ática, lo ha iluminado con los rayos
del mismo sol pero que viene de un oriente más lejano.
Un viaje que ha realizado solo, avión,
metro, autobús hasta llegar a su destino, un campo de trabajo
internacional, donde a voluntarios de distintos países, organizarán
un Festival intercultural.
Que los dioses del Olimpo te ayuden,
que los rayos de Zeus te protejan, que Afrodita te embruje de amor a aquella
bella tierra y que un interminable sirtaki cubra tu espíritu, te
empape y sumerja en el amor por la cuna de la cultura de occidente.
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