Terminada mi clase en
Albaladejo me encamino hacia Terrinches sin apenas saborear el trayecto. Son
tres kilómetros lo que separan los dos pueblos.
Desde muy pequeño ya oí hablar de Terrinches. Fue el pueblo donde mi madre pasó
parte de su infancia y donde hoy a pesar del tiempo transcurrido, algunas personas reconocen mi parentesco
por la pinta.
Es un pueblo Terrinches que ha avanzado a grandes pasos en
los últimos años.
Justo en los límites de la provincia de Ciudad Real, y
limítrofe con la provincia de Jaén, cuenta Terrinches con una población cercana
a los 1000 habitantes.
Para visitar y no perderse, la Ermita de Nuestra Señora de
Luciana, la Iglesia de Santo Domingo de Guzmán, El Castillo de Aben Yucef,
recientemente restaurado, la cueva prehistórica en el Castillejo del Bonete o
las ruinas romanas de la Ontavia.
La verdad es que han pasado años desde aquellos dos cursos
de iniciados que impartí en la casa de la Cultura, y mi alegría al llegar a la
antigua fábrica de harinas, hoy convertida en un magnífico centro de usos
múltiples, ha sido grande por reencontrarme con viejas compañeras de otros
lares, con las que siempre es grato volver a encontrarse.
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