Que es un soplo la vida, que
veinte años no es nada, ¡y que razón llevaba Gardel!
Que parece que fue ayer, y que ya
celebramos los veinte años de mi hijo.
Y no se si la vida es un soplo o
un suspiro pero que todo pasa muy rápido y a veces una angustia se apodera de
nosotros, una sensación culpable de no haber disfrutado más de esos momentos
que ya no vuelven. Un querer prolongar artificialmente los momentos, de hacer
que los buenos minutos sean horas.
Y llegados hasta aquí una sensación
agridulce. Dulce por el pasado, los recuerdos. Agria por el presente y el futuro,
el devenir.
A merced de mercados y primas que
sin serlo ya son como de la familia porque se han colado en nuestras vidas,
vamos a la deriva sin poder controlar el timón de nuestras vidas. Improvisamos
al minuto y sobre la marcha.
Difícil tarea la de vivir al día
para aquellos que nos gusta programar, pero camaleones somos y en el camino nos
encontraremos.
Futuro de nanas de cebollas y
maletas es lo que podemos ofrecer a los hijos en estos momentos, porque esto va
para largo y no se le ve buena pinta. Con el listón bajo mínimos, ya nos
conformamos con cumplir años y ver como cumplen los demás.
Y agradecidos de al menos poder
abrazarnos.
Quousque tandem abutere,
Catilina, patientia nostra?
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