Hacía ya tiempo que me rondaba en la cabeza prepararle a Sócrates un comedero, ya el año pasado le toco a la casa tapa arenero y el anterior a su casa, a la que dicho sea de paso no ha entrado ni una vez, el es más de silla y sombra en el verano y de canasta o sofá en el invierno.
Y como al final todo llega, con algo de retraso, eso sí. Me levanto con la intención de al menos comenzar el proyecto.
Así que encontrado el ratillo necesario, me doy una vuelta por la buhardilla a ver que encuentro y me acomodo y adapto a unos restos de paneles, lo justo para ponerme manos a la obra.
Adapto las tablillas a unos cuencos que compré para la ocasión en unos almacenes de esa gente oriental que de todo tiene. corto las tablillas, vacío los círculos donde descansarán los cuencos, lijo, encolo y clavo con puntas finas de clavo y dejo secar hasta el día siguiente que retomo la actividad dándole una mano de pintura base, de esas que me quedan por ahí debajo de mi mesa de trabajo.
A la mañana siguiente y con la base de pintura seca, encuentro una pintura de color marrón y voy pintando sobre la estructura imitando piedras. Dejo secar.
Ahora comprobamos como quedan los cuencos en la estructura, damos el visto bueno y ya tenemos el comedero.
Y falta el último proceso, presentárselo al dueño para que nos de su opinión. No hace falta llamarlo. Pongo el comedero justo al lado de sus antiguos cacharros, y curioso como el solo cuando ve algo nuevo se presenta a inspeccionar. Que toda novedad en la casa debe pasar por su observación y toma de posesión. Y bueno tras unos minutos de inspección y evaluación, aprobación de proyecto.
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