Como manda la tradición, día 1 de marzo, día del Ángel, y el
día señalado para poner la olla.
Pero bueno, ya se sabe que la tradición manda y el
calendario laboral dispone, por lo que aproveché el domingo por la mañana para
acercarme a mis chaparros, y digo míos porque como tales los siento, aunque no
sean de mi propiedad, y por que los visito al año más veces que a mí los Reyes
Magos
.
Debajo de esos chaparros cojo buena tierra, que arnereo si
situ, y guardo en saco y espuerta. Con esa tierra ya en casa puedo ir sembrando
las semillas de tomate y pimiento.
Este año he cambiado el recipiente por vasos de yogur, que
he ido guardando de unos meses atrás, más manejable así que no hacerlo en cesta
de frutas como el año pasado.
Aprovecho las semillas que me llegaron el año pasado desde
Navarra de pimientos del Piquillo y que se aclimataron perfectamente, y puestos
a globalizar, aquellas otras simientes de tomate de tripa de Manacor, de tomate
de Alcubillas (gordo y hermoso) y para monear un poco, otros tarros de tomate Sherry.
Y como para todo dio la mañana, me paso a visitar los acodos
que practique en diciembre sobre unos endrinos silvestres, y quedo con ellos
para volver a verlos el próximo domingo y traérmelos para su nueva casa.
Y doy gracias por el día tan hermoso y porque a lo tonto
estamos ya en marzo y sin caer una gota, y porque tenemos el Montiel Medieval a
la vuelta de la esquina.
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