Ya ha pasado el tiempo, y tanto, pero supongo que todo quiere su momento. Cuando hice mi casa proyecté la cocinilla de leña y la dejé terminada, hasta con su fregadera y amplio ventanal al patio, a falta solo de instalar la chimenea en el rincón y ahí se ha quedado el rincón in "saecula saeculorum".
Y este pasado verano llegó el momento, llegó la hora de comprar la chimenea de hierro para colocarla en el rincón. Pero el verano se complicó con el curso de turismo, y el devenir de los tiempos siguió su curso.
Y ya metidos en diciembre, con el panorama económico que no necesita explicaciones y que uno no tiene quien le haga las cosas, no queda otra que acordarse de aquellos versos de la Eneida de Virgilio "Audaces fortuna iuvat" y esperar la ayuda de la fortuna y de los dioses a los que me encomiendo poniéndome manos a la obra, nunca mejor dicho, con el convencimiento de que como diría Orbaneja, "Si sale con barbas San Antón y sino la Purísima Concepción".
Me levanto pues temprano y comienzo con la limpieza del rinconcillo, hay que nivelar, encementar y antes de nada colocar cuatro baldosas y tres retales en el suelo.
Primera complicación y primera vez en mi vida que pongo piso. Bien por mi primera baldosa, y bien por la segunda. La tercera tiene su complicación, pues va embutida y no cabe. Ahí está el amigo Julian que se presta a prestarme su radial.
Y primera vez en mi vida que utilizo semejante herramienta, a la que sobrevivo y de la que salgo airoso.
Puestas las baldosas y nivelado piso, faltaba aplicar la lechada, dejar, frotar y limpiar, y creo que hasta el momento la cosa va y pinta bien, para continuar al día siguiente a desarrollar la idea, con la alegría de lo bien y victorioso del comienzo, pero temeroso de la fase II.
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