Ahora si que no hay vuelta de hoja, definitivamente nos adentramos rumbo al invierno. Y como siempre, parece que fue ayer ese tueste vuelta y vuelta junto a la piscina, pero no. ¡Ya nos hemos liquidado septiembre! Septiembre, ese mes de “me resisto”, me resisto a que se acabe el calorcito, a que se acabe la luz, a que se acabe el tomar el fresco en la calle, a guardar los pantalones cortos y las chanclas. En definitiva me resisto a ver la realidad. Que ya hay que ir preparando el armario, sacar los chaquetones… Y otra vuelta más. Los santos, los testones, y directos a diciembre, la aceituna y LA NAVIDAD.
Y mientras todo eso llega por su peso, toca hacer recuento de todo lo que se iba a hacer en el verano y se ha hecho o no se ha hecho. Más bien lo segundo, que muchas son las intenciones, pero mucho el calor que las aplaca.
Este verano ha sido diferente. En los tres anteriores dediqué las tardes a preparar temarios para los cursos de invierno y el proyecto Artetic (Asesoramientos a Artesanos), pero este verano, entre los temarios preparados el verano pasado donde se me fue la mano y la incertidumbre reinante, que no es poca, han logrado domar mi espíritu hasta tornarlo pasota total.
Puestos así, este año retomé lo que había dejado a la fuerza, la preparación de pacharán, y digo a la fuerza porque el arbusto silvestre que conocía se me secó. Pero he localizado tres nuevos, perdidos es este Campo de Montiel, y retomo algo que comencé allá por 1985.
Bueno, y como siempre me gusta dar una vuelta más de tuerca, un paso más y debíamos dar salida a los excedentes de la huerta, pues nada, al pacharán se sumó el licor de membrillo, de café, vino de nueces, licor de ciruela roja y verde, de albahaca, de moras y de maracuyá, y seguiremos experimentando.
Y entre campo y huerta, piscinas y siestas y preparación de licores ha ido este verano de 2011, y solamente por darle gusto a un cuerpo y espíritu cada vez más pasota, hastiado de incertidumbre e indignado de tantos cosas.
Y así con mis licores, y la mujer con las conservas, hemos hecho despensa y preparados estamos como diría Don Luis de Góngora para
“Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y ríase la gente”.
Y como decía mi abuela, “Que sea lo que Dios quiera, que lo que sea ya sonará, que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista”
eres la leche¡¡¡¡
ResponderEliminar