domingo, 2 de octubre de 2011

Y LLEGO OCTUBRE


Ahora si que no hay vuelta de hoja, definitivamente nos adentramos rumbo al invierno. Y como siempre, parece que fue ayer ese tueste vuelta y vuelta junto a la piscina, pero no. ¡Ya nos hemos liquidado septiembre! Septiembre, ese mes de “me resisto”, me resisto a que se acabe el calorcito, a que se acabe la luz, a que se acabe el tomar el fresco en la calle, a guardar los pantalones cortos y las chanclas. En definitiva me resisto a ver la realidad. Que ya hay que ir preparando el armario, sacar los chaquetones… Y otra vuelta más. Los santos, los testones, y directos a diciembre, la aceituna y LA NAVIDAD.

Y mientras todo eso llega por su peso, toca hacer recuento de todo lo que se iba a hacer en el verano y se ha hecho o no se ha hecho. Más bien lo segundo, que muchas son las intenciones, pero mucho el calor que las aplaca.

Este verano ha sido diferente. En los tres anteriores dediqué las tardes a preparar temarios para los cursos de invierno y el proyecto Artetic (Asesoramientos a Artesanos), pero este verano, entre los temarios preparados el verano pasado donde se me fue la mano y la incertidumbre reinante, que no es poca, han logrado domar mi espíritu hasta tornarlo pasota total.

Puestos así, este año retomé lo que había dejado a la fuerza, la preparación de pacharán, y digo a la fuerza porque el arbusto silvestre que conocía se me secó. Pero he localizado tres nuevos, perdidos es este Campo de Montiel, y retomo algo que comencé allá por 1985.

Bueno, y como siempre me gusta dar una vuelta más de tuerca, un paso más y debíamos dar salida a los excedentes de la huerta, pues nada, al pacharán se sumó el licor de membrillo, de café, vino de nueces, licor de ciruela roja y verde, de albahaca, de moras y de maracuyá, y seguiremos experimentando.

Y entre campo y huerta, piscinas y siestas y preparación de licores ha ido este verano de 2011, y solamente por darle gusto a un cuerpo y espíritu cada vez más pasota, hastiado de incertidumbre e indignado de tantos cosas.

Y así con mis licores, y la mujer con las conservas, hemos hecho despensa y preparados estamos como diría Don Luis de Góngora para

“Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y ríase la gente”.

Y como decía mi abuela, “Que sea lo que Dios quiera, que lo que sea ya sonará, que no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista”

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