Viernes 26, y cerrando ya prácticamente el mes de agosto. Necesito hacerme unas fotos tipo carnet y me voy para Infantes a horas desacostumbradas para mí, siempre a primera o última hora.
Hoy es diferente, después del madrugón y con los deberes de la casa hechos y una buena ducha, me tomo el resto de la mañana a mi aire y sin prisas, la pauta desde que empezó el verano.
No recordaba que empezaban las fiestas, y el centro de Infantes se parece a la boca del metro de Madrid en hora punta, y la calle Mayor bien pudiera confundirse con una tarde de Navidad en la calle Preciados (exagerando, pero sólo un poco).
Decido recrearme en el ambiente, fundirme en el barullo y darme un baño anónimo de multitudes. Paseo a lo largo de la calle Mayor y mi oportunidad, veo el museo abierto.
Imposible la visita al museo hasta la fecha, el día de la inauguración llegué tarde, los demás días a deshoras. Hoy era mi oportunidad, siempre he pensado aquello de “Quien pasa por una Iglesia y no echa un rezo”, abro la puerta y adelante.
Me encuentro con una gran nave en lo que era la primera planta del Mercado Municipal, donde a la iluminación artificial se añade la luz natural a través de ventanas.
Creo que se ha conseguido algo que a priori pudiera resultar difícil, conjugar e integrar un espacio de arte contemporáneo en el Centro de Villanueva de los Infantes, conjunto monumental. Es más, la fachada del Museo, tan integrada en el paisaje urbano pasa casi inadvertida a los ojos de visitantes.
Y me encuentro con la exposición del Asturiano Juan Mejica “Un lugar llamado Mejica”, junto a una muestra permanente de distintos autores.
Saboreo el museo para mí sólo prácticamente, a excepción de tres personas que entran cuando yo me voy, con el único mal sabor de boca de no llevar la cámara encima, pero siempre nos quedará el móvil, y de él consigo sacar alguna foto en condiciones.
Para volver, y a menudo si puede ser.
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