El final ya llegó, si ya se que hasta el 23 no finaliza formalmente el verano, pero por mucho veranillo de San Miguel, sol de membrillo o de vendimia, el 1 de septiembre siempre marca el final, o cuando menos el comienzo de una transición.
Es hora ya de ir sacando del armario y tenerla a mano alguna rebeca, por si nos aparece de repente alguna noche o madrugada traicionera.
Llegado el día 1, las madres empiezan como locas a sacar ropas de los armarios y a probar a los niños, y por supuesto al que no le falta cuatro dedos de manga le falta de pie, y hay que preparar la vuelta al cole. Total que de repente nos aparece una cuesta de Septiembre, ¡Que la de Enero tiene la fama, pero que esta carda bien la lana!
Y tenemos los últimos coletazos de fiestas. Y para las fiestas se blanqueaba en mi pueblo y se hacía la limpieza a fondo de la casa, a prepararla para el invierno, retoques de pinturas, barnices y lo que vaya saliendo, y todo esto presagia que se acerca el frío y la oscuridad, que se nos va la luz y el calor, adiós a las chanclas, ahora es tiempo de curar las grietas de los talones.
Yo lo que peor llevo es la luz, ya de noche tan temprano y a esperar que pasen las siete para ver amanecer.
Las dos primeras semanas de septiembre cumplen su tarea de adaptarnos a lo que se nos avecina, y cuando nos queremos dar cuenta nos vemos con el jersey puesto, y pensando en cursos, gimnasios y tareas con que cubrir esas siestas de modorra, esas horas tumbados al sol de una sombrilla junto a la piscina, en lo que muchos llaman vuelta a la rutina, que no hace sino confirmar que lo vivido en estos dos meses ha sido un sueño, eso, un sueño de verano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario