He decidido poner fin a los vestigios de la Navidad. Recuerdo
que mi abuela Maria empalmaba las Navidades, una con otra. O sea, que no había
salido de Málaga y ya estaba en Malagón.
Y lo digo porque al pasar por la despensa he visto las últimas
sobras de la gran Buffett.
Dos medias pastillas de turrón blando y de coco.
Y he decidido poner fin a la presencia navideña. Mi abuela María
guardaba y dosificaba los restos. Primero nos ofrecía el turrón blando, entrada
ya la primavera el duro, y acababa con las almendras.
Yo he decidido que desde hoy y hasta diciembre, que falta,
la Navidad sea una pura añoranza.
Y me he puesto a reciclar turrones. Añadiendo tres huevos,
algo de azúcar y una tarrina de nata me he preparado un helado de turrón. Y con
los mismos ingredientes y los restos de turrón de coco y un poco de coco
rallado otra tarrina de helado de coco.
Y trasgresor que es uno, que mejor que un helado con la que
está cayendo (del cielo me refiero).
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