Parece ser que la pregunta del día era ¿Y tu donde estabas el 23F? Y entre risas hemos recordado precisamente eso, donde estábamos.
Por aquel entonces y con 20 años me encontraba yo en Madrid, y una de las curiosidades que yo tenía era la de conocer por dentro la Televisión. No era fácil en aquellos años entrar en la tele, por lo que me puse a trabajar en el intento de conseguir unas entradas de público para cualquier programa, cualquiera.
La cosa no fue fácil, pero meses después Víctor Valle, Montielejo que trabajó en la casa nos consiguió 4 entradas para el programa aplauso, la fecha el 23 de febrero de 1.981 a las 17,30 horas. Cuatro entradas para los tres compañeros que compartíamos piso y el amigo y vecino Ramón, que a la postre cumplía el servicio militar en Valladolid y estaba de permiso.
Aquella mañana, estuve con mi padre y nos despedimos hasta el jueves porque esa misma tarde, le dije, nos vamos a la tele.
Ya entre el público, y pasadas las 6 y media de la tarde oí a gente delante de mí decir algo de un Tte. Coronel en las Cortes, yo lo trasmití como si del juego del teléfono se tratara dándome la vuelta y diciéndoles a mis amigos que acababan de matar un Tte. Coronel en las Cortes.
No vimos al ejército, pero si a la pareja de Guardia Civil custodiando la entrada al estudio. Algo pasaba, y cuando poco después otra persona del público me dijo ¿oye es verdad que han dado un golpe y hay militares fuera?, pues salí de dudas.
Es curioso, pero lo primero que pensé es en mi padre. Sabia donde yo estaba, y él, conduciendo un autobús camino de Montiel, oyó el golpe en directo y supo por la radio que la Acorazada había rodeado Televisión Española.
Cuenta mi madre que llegó lívido y abstraído a casa y no había forma humana de sacarle una palabra sobre el por qué de su estado.
Recuerdo como una persona de TV preguntó a los guardias sobre lo que estaba pasando. Era preocupante, pues no sabían que hacían allí ni al lado de quien estaban, eso es lo que oí.
No salimos de Televisión hasta las 23, 30 de la noche en un autobús hacia Plaza de España, donde cogimos el metro hasta Lavapies y de ahí a casa de Ramón desde donde pudimos llamar a Montiel y tranquilizar a la familia.
Pegados a la radio y a la televisión, aguantamos hasta el mensaje del Jefe del Estado, mensaje tranquilizante que nos conducía medianamente tranquilos hasta la cama, adonde no llegué a entrar y volví tras escuchar un ruido estrepitoso.
Eran más de las 2 de la madrugada y el ruido era de unas tanquetas de la policía que se encaminaban hacia el Congreso.
Amanecimos el 24, y mi barrio era irreconocible. El bullicio de gentes que a diario veíamos en Tirso de Molina se transformo en silencio y persianas bajadas hasta que pasado el medio día, y con los Diputados fuera, la calle Amparo volvió a ser la calle bulliciosa de todos los días. Comprendí en ese momento que no sólo los Diputados estuvieron secuestrados. Todos lo estuvimos.
Pasado el tiempo queda el recuerdo y la anécdota para contar y compartir.
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