miércoles, 9 de noviembre de 2011

LAS BOMBAS PENDIENTES

Fue por 1983, cuando en un paseo por la Barceloneta con mi amigo Carlos, localizamos, tras patearnos el laberíntico y bullicioso barrio, una plaza con fuente, y en su esquina un bar donde entramos a refrescarnos con un tubo de cerveza.
La casualidad quiso que acabáramos en un local donde tenían como especialidad las famosas bombas de las que tanto habíamos oído hablar, y nosotros como curiosos, no íbamos a salir de allí sin probarlas.
A Carlos le gusta el picante y como a un servidor no le disgusta, estaba claro lo que debíamos contestar cuando el camarero nos preguntó si las bombas las queríamos picantes.
Ante nosotros una bola frita del tamaño de una pelota y una cuchara para ir probando. Tras el primer y generoso trozo de bomba, ambos al unísono y con una sincronización tan perfecta que pareciera que lo hubiésemos estado ensayando, agarramos el tubo de cerveza y dimos cuenta de él de un solo trago.
Fui yo el que levantado la mano y con aspavientos llamé al camarero, que me entendió perfectamente y de inmediato nos puso dos nuevos tubos de cerveza para aplacar el picante que ardía en nuestra garganta. Volvimos a dar cuenta de un nuevo trago, nos miramos, nos entendimos, pagamos y salimos corriendo a la fuente de la plaza a refrescarnos con agua fresca, porque si la cantidad de agua que bebimos hubiera sido cerveza, nos tendrían que haber sacado de allí en carretilla.
Pagamos el precio de la curiosidad y no descartamos que hubiera más catas, pero eso si, le diríamos al camarero que sin picante.
Fue unos meses más tarde cuando paseando con un grupo de amigos por el puerto, nos adentramos por las calles que había justo detrás de Gobierno Militar, donde vimos un bar que nos llamó la atención y donde entramos a sentarnos un rato.
Al entrar un cartel que decía:


“tenemos bombas de:
Hombre
Mujer
Gay”


Expliqué a mis cuatro amigos lo que eran las bombas y también la accidentada tarde con Carlos en la Barceloneta.
Mi relato colmó la curiosidad de los acompañantes y a la vez la convicción de mis palabras hizo que nos decantáramos por unas bombas más suaves.
Con un bar abarrotado, y nosotros sentados lo más al fondo y lejanos de la barra, recibimos al camarero, al que le indicamos que queríamos 5 tubos de cerveza y cinco bombas de tercera.
El camarero se giro hacia la lejana barra y con bocezón de soprano gritó: “Marchando cinco bombas de MARICONES”.
Hoy en día y con mi edad hubiese sido el primero en reírme, pero hablamos de 1983 y de cinco chavales con apenas 20 años y las carcajadas del entorno hundieron nuestra moral, pero esto era sólo el primer asalto, porque resulta que de los cinco, sólo dos pudimos terminar la dichosa bomba, tres amigos las dejaron a medio y todos pensamos: “Anda si pedimos las de primera”
Yo estaba convencido, que con lo bueno que estaba aquello, las debería haber sin picar tanto, o asomando un poco como decimos en mi pueblo. Era cuestión de dejar pasar el tiempo y buscarlas.
El tiempo pasó, ¡28 años!, como el que no quiere la cosa, y son muchas las veces que me he acordado de las bombas, y he rememorado estas anécdotas, pero fue hace unos días cuando viendo mis feeds, aparecía una publicación de "Mi bloguito de Cocina" con la receta de "Las bombas" , y paso a paso con fotos como a mi me gusta, la amiga Mar lo borda.
Pues a esperar el sábado que viniera mi hijo, al que le gusta el picante, la carne y la patata y me puse manos a la obra. Eso sí, ya me encargué de que no se me fuera la mano con el picante, tan sólo asomaban, ese puntito en el que quieren picar y no pican.
Así que 28 años después hemos dado gusto al cuerpo, eran las bombas pendientes, que seguro que a partir de ahora se asomarán periódicamente a nuestra mesa

1 comentario:

  1. Pero te han quedado fantásticas Pedro!!!
    Bien doraditas por fuera, redonditas con una pinta.... TREMENDA!!!!!
    Muchas gracias por hacer referencia a mi bloguico y por tu amabilidad.
    Te espero más veces por mi cocina y estamos en contacto, vale??
    Saludos!!!!!!!!!!!

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