“Una tragedia a la española que narra unos hechos pretendidamente históricos, aunque pertenecientes al granero de las historias que la tradición ha modelado, a través de relatos o romances, y que, de no ser por su traslado a un género literario más perdurable, se habrían perdido. Desarrolla un motivo recurrente, tan antiguo como el teatro mismo: el abuso de poder. Nuestra tradición, ya desde el renacimiento, concede un alto valor a este tipo de temas: el tirano y sus excesos, la legitimidad o la arbitrariedad de las decisiones, la mentira que se va complicando, que va creciendo hasta engullir al propio monarca. En este caso Sancho el bravo llega a Sevilla, donde hay un cabildo fuerte que pacta con el rey: la nobleza de la ciudad permite gobernar al rey mientras este no dañe a la ciudad, esto es, a la justicia, al honor; a sus intereses. Le otorgan la majestad, o, como diría Cicerón: el prestigio y la dignidad de la ciudad. Asistiremos tras esto a la historia de un gobernante sobrado que comete un error y para subsanarlo manipula, asesina y no respeta ni su propia ley.”
Muy bien por la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Con esto nos despedimos del teatro de Almagro hasta el año próximo y supongo que la cita en el rincón del monaguillo, cita con una jarra de cerveza y como no alguna verónica, adorno, naturales y giraldillas no se hará tanto de esperar.