domingo, 26 de septiembre de 2010

OTRA VEZ EL DICHOSO ARMARIO

Con más pereza que ganas tengo que liarme esta tarde con el armario. Se acabó el verano y no puede pasar de esta semana el colocar la ropa de invierno y sacar la de verano, no tengo ropa de otoño ni de primavera.

Aquí en la Mancha pasamos de los extremos del riguroso verano a los del invierno. A lo sumo unos días de pseudo otoño o verano flojo que siempre comienza a partir de la Romería del 15 de agosto y que llega hasta las fiestas del Cristo, a veces menos. Ese es el verano que me gusta, calorcito lo justo y por el día, pero dura tan poco que el que madrugó no lo vio.

Y comienzo, tan metódico y tan ritual como todos los años. Saco toda la ropa del armario y la dejo sobre la cama, y comienza la letanía de lamentos y añoranzas de todos los años.

Evoco el ya parece que lejano mes de mayo cuando hice la operación inversa, y con alegría e ilusión preparé la ropa del tan ansiado verano, al tiempo que preparaba las camisas y camisetas. “anda de esta no me acordaba”, y cada prenda te trae unos determinados recuerdos y te pasas no la tarde sino el día entero en silenciosa tertulia con la ropa.

Hoy es lo contrario. Saco las mangas largas, me dan grima sólo de mirarlas, y los jerseys y las chaquetas, y me doy cuenta que no me gusta el invierno, ¡fíjate, dos meses quejándome del calor y ahora resulta que lo echo de menos!

Y cada camisa que guardo, un remordimiento por no haberla usado, y otra camiseta que no he estrenado, y otro bañador que no me he puesto. Se apodera de mí una sensación de angustia, de pensar que no he aprovechado el verano como yo pensaba hacer. Sensación de no haber hecho nada, y me consuelo ¡es que con la modorra que íbamos a hacer! Fustración o remordimiento de no haber aprovechado esos días tan largos y promesas para mis adentros de que el próximo verano será diferente. Lo viviré lleno de vitalidad, no voy a parar, y me voy a poner todas las camisas y camisetas.

Esta vez tardo poco, guardo en el ropero toda la ropa de verano, coloco en mi armario y dejo todo preparado para el invierno. A partir del lunes vestiré de invierno, dejaré de ser el último de Filipinas, siempre me niego a la llegada el invierno, me resisto a la realidad y ando por ahí en pantalón corto y chanclas pisando charcos.

Para el invierno no hago propósito ni programo, me dejo llevar. Ya he terminado, cierro la puerta del armario y llego a una conclusión: no es que me guste el verano y no me guste el invierno, porque de los dos me quejo. A mi lo que me gusta es la luz, la claridad, el día, los días llenos de luz y salir al anochecer a la calle a tomar el fresco y a hablar con los vecinos.

Odio el túnel de la noche que comenzamos y que no se acabará hasta pasada la Semana Santa.

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